El tasnoche de la pega y el caótico desenfreno veraniego hicieron que de dejara de lado este espacio, pero lo de ayer debe ser sabido y expresado de una forma vivencial.
En todos estos días me he puesto más detallista con las ensaldas, más controlador de voluntades producto de que mido cuanto toman mis clientes, me sé varios precios y cada día más canchero. Tratar a los clientes de canallas y a las damas de satánicas inmediatamente provoca una cercanía que posibilita el intercambio de tallas y la apertura a una conversa intermitente, mas no carente de profundidad o humor entre que llevo maremotos, perniles o papas cocidas. He aprendido a tomarle la mano a las demandas de los Canallas, como también a la ambivalencia del Gran Canalla cuando me presiona o me reta por alguna tardanza o desorden en la cocina y luego me pide que me siente con él a tomarme un cortito de tintolio con coca light.
El viernes 22 mi horario laboral se iniciaba a las 18hrs. llegué a las 18:02 hrs, probablemente mi menor atraso en estos días. Las altas temperaturas llamaban a ahogarse con un maremoto, pero tan sólo habían 3 mesas. Me mandaron a comprar pan a San Diego, mientras pensaba en cuanto pan se desperdicia todos los días producto de que, generalmente cuando se sirven las marraquetas junto al pebre rojo y al chimichurri verde sobran mitades o a veces pedazos enteros que luego se botan junto a huesos de pernil, restos de ensaladas y servilletas usadas. Me patea casi igual que un exceso de pebre o chimichurri luego de las 2 de la mañana.
04:05 de la mañana, en propinas cerca de 15 lucrecias. En trabajo, una tortura. Llevaba casi 4 horas trabajando sólo, cocinando, limpiando, sirviendo, conversando y corriendo hacia una farmacia que tuviese abierto las 24 horas para comprar un remedio necesario para la vista del canalla, que está harto malograda, quizás producto de que lleva casi 40 años o más viviendo bajo pura luz artificial, dicen que la luz del sol lo convierte en cenizas.
Siento un tremendo estruendo mientras lavo la interminable pila de loza. "A Don Víctor se le cayó alguna botella" pensé luego de escuchar su puteada consiguiente. Me doy vuelta y veo un charco de sangre (dudé por un segundo que era vino, pero era demasiado espeso), no mentiré y diré que estaba tremendamente urgido por ante semejante cagada.
-"Botella de mierda!"- exclamó estentóreo el canalla con un tajo abierto en la pierna a escala chuquicamata. La sangre salía a borbotones. Corrí por un paño limpio y hielo, él se paseaba y regaba su esencia por la cocina, como si luego fuese a sacar brillo. Antes de que fuera por la señora, que vive en el mismo local, me dijo.
-"Guarda el cuerpo del delito"-. Se refería al vaso y la botella de vino que tenía en su mesita. Cuando llegaron los paramédicos y luego de una hora de retos constantes y graciosamente humillantes de su señora para con él, me dijo como si hablara por un wakie tokie "Recupera el cuerpo del delito canalla y trae un pernil para los doctores". Acaté de la misma forma llevandome la mano a la boca y riendo de buena gana. Al final de todo el pernil y las risas del canalla permitieron que no me amargara al salir de la pega cerca de las 5:30hrs.
sábado, 23 de enero de 2010
Suscribirse a:
Entradas (Atom)